Introducción

AutorTurid Hagene
Páginas21-60

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Historia de vida de un libro

El presente texto es un estudio acerca de cómo diez mujeres experimentaron, en medio de la guerra y la Revolución social, su vida laboral dentro de la coope rativa de costura La Esperanza —ubicada en un pequeño poblado de

Nicaragua—, a la vez que cuidaban y protegían a sus hijos y amaban, servían y extra-ñaban a sus maridos. Es una historia de mujeres que supieron negociar con patrones (muchas veces renuentes) y con patriarcas frecuentemente ausentes; una narración acerca de esas heroínas anónimas y cotidianas que, como la gran mayoría en Nicaragua, han sobrevivido teniendo como bases la lucha, ingenio, creatividad y sonrisas. Sin embargo, su imagen como heroínas revolucionarias no es precisamente la que yo quisiera invocar en este escrito. Antes bien, tengo la esperanza de poder comprender y transmitir algo acerca de sus vidas, con la ?nalidad de aclarar quiénes han sido ellas y cuáles son las formas en las que se han forjado, mediante su interacción con la sociedad. Así, las pre guntas básicas de mi investigación han sido:

¿Cómo formaron las mujeres su cooperativa y qué es lo que consideran que lograron con esta experiencia?, ¿cuáles han sido para mí los resultados logrados y cómo explicar los eventos ocurridos?

Mi primer encuentro con Nicaragua (como intérprete de una brigada de cortadores de café en 1985), me hizo percatarme de la existencia de gente que, a pesar de las duras condiciones, poseía una vena creativa que supuse en un comienzo, había sido desatada y estimulada de alguna manera por la Revolución. En el distrito de Matagalpa escuché a los trabajadores de la ?nca estatal El Cantón (y a quienes trabajaban en sus alrededores), explicar con mucho orgullo los progresos en sus vidas debidos a la Revolución, en la cual ellos habían participado o a la cual habían defendido. Las personas

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que aprendieron a leer y escribir gracias a la Revolución se sentían orgullosas de poder llevar a cabo tareas difíciles como la administración de la granja, así como las del cuidado de la salud y la infancia. Gracias a la organización y movilización de masas, muchos problemas comunitarios y de salud fueron resueltos. Las personas se descubrían a sí mismas como seres capaces de aprender y hacer cosas hasta entonces inimaginables. Por supuesto, estoy consciente de que este eufórico aspecto no es toda la verdad; no obstante, es una dentro de ésta. Las experiencias a nivel emocional, intelectual y político que obtuve al compartir las actividades cotidianas con los campesinos de las verdes montañas de Matagalpa, constituyeron una lección de la cual estoy profundamente agradecida. En la medida en que mi imagen acerca del proceso revolucionario en Nicaragua ha estado basada cada vez más en la cercanía con los nicaragüenses, con sus puntos de vista y sus experiencias, y menos en mis propias creencias y esperanzas idealizadas, puedo a?rmar que la experiencia de Matagalpa está siempre ahí para recordarme que algo valioso había sucedido.

Yo quise ser parte de esa experiencia y por ello fui a trabajar como Directora del Servicio Noruego de Cooperantes en Nicaragua, lugar donde conocí personas, realidades, sueños y con?ictos de tremenda intensidad. Sin embargo, hubo poco tiempo para la re?exión y el estudio; por ello, al completar mis dos años de estancia estaba llena de interrogantes sobre Nicaragua y sobre la cooperación para el desarrollo. Me sentía plena de curiosidad y valor, pues la experiencia de Matagalpa me había enseñado que la vida está llena de posibilidades, así que me embarqué con un proyecto para mis estudios de maestría con el ?n de dar respuesta a algunas de mis interrogantes; así fue como la cosecha del café me convirtió en una investigadora. La idea del presente estudio me llegó al estar haciendo la investigación para mi tesis de maestría en la cooperativa La Esperanza, en la cual analizaba la interacción entre los cooperantes noruegos y la directiva de la cooperativa. Esto fue en 1992, cuando las mujeres aún hacían funcionar la cooperativa como tal; ahí pude apreciar cómo les costaba trabajo esta forma de organización. También me enteré de que las mujeres habían amenazado a la agencia de ayuda noruega con irse a huelga, a menos que el apoyo semanal de dicha agencia fuese incrementado. Me sentía muy confundida, puesto que las mujeres pensaron en términos de huelga. ¿Qué signi?caba para ellas una cooperativa, y porqué habían elegido organizarse bajo esta forma si les causaba tantos sufrimientos?

Mediante este estudio me embarqué en un proceso de interacción con las mujeres de La Esperanza, añadiendo así un año más a mi experiencia de vida en Nicaragua, teniendo en cuenta los precedentes dos años y medio. Lo que me propuse estudiar, curiosamente permaneció como el asunto central a lo largo de todo mi proyecto; pero los tópicos en los cuales enfoqué mi trabajo —historia y memoria, patronazgo

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y patriarcado, prácticas religiosas, amor y arreglos de vida— se volvieron cruciales para mi investigación, sin haberlo planeado así. Estos temas habían surgido de mi interacción con las mujeres y del material creado mediante dicha interacción, todo ello apoyado por un marco metodológico ?exible.

En el transcurso de mi investigación anterior y de mi trabajo cercano con diversas instituciones nicaragüenses durante dos años, me había dado cuenta de que, aun en las o?cinas públicas, no acostumbraban guardar documentos en archivos, y esto sería mucho menos común —pensé— en las pequeñas cooperativas. En consecuencia planeé basar mi investigación en el trabajo de campo etnográ?co: relatos de vida, entrevistas y observación participante, además de utilizar los archivos de las agencias internacionales que habían ayudado a la cooperativa. Sin embargo en 1997, una vez que comencé mi principal trabajo de campo, las mujeres me revelaron que ellas sí habían guardado sus documentos. Con frecuencia habían pensado en tirarlos, pero los mantenían en resguardo por si repentinamente necesitaran algunos datos de esa información, que permanecía apilada en bolsas de plástico o en algún folder. Esta especie de centro de documentación cambió considerablemente mi proyecto, es decir, modi?có tanto los recursos metodológicos a mi disposición como el surgimiento de tópicos de relevancia para mi estudio: Ahora la hipótesis inicial de mi investigación podría ser convalidada por fuentes tanto orales como escritas. Más aún, fue gracias a la interrelación entre las diferentes fuentes que surgió el resultado de “historia y memoria”.

¿Cómo podría explicar la razón, el porqué de las diferentes “verdades” emanadas por un lado de las historias de las mujeres, y por el otro de mi propia reconstrucción de los eventos basada en sus archivos? Esta doble metodología me reveló asimismo la manera en que las “verdades” estaban situadas, dependiendo del contexto espacio-tiempo. Por fortuna en esa época las mujeres ya trabajaban —por cierto, no como una cooperativa— en el edi?cio de la cooperativa, y me invitaron a usar la o?cina localizada cerca de la entrada, mientras revisaba los documentos. El estar sentada en esa o?cina me dio otra vía para comunicarme con aquellas mujeres; una metáfora que salta a mi mente es la de una araña: ahí sentada, esperando a sus víctimas. Más aún, en lo tocante a las mujeres esta situación les abrió la posibilidad de controlar nuestra comunicación, misma que surgió por vías inesperadas, sin que yo anduviese persiguiéndolas con mis preguntas o uniéndomeles en sus actividades normales. De esta manera se creó un espacio donde ellas tenían la iniciativa y donde podían elegir los tiempos, los temas y su duración, contando así con un amplio margen para dirigir la conversación.

Cada día, una mujer tras otra llegaba y llenaba aquel espacio con lo que fuera que le interesase en ese momento; a menudo era sobre “algunos problemas con los hombres”.

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Desde un inicio tuve la expectativa de que las relaciones de género constituyesen uno de los aspectos de sus vidas para resaltar en el análisis de su experiencia de vida y la cooperativa. Sin embargo, después de cuatro meses de charla diaria en la o?cina de La Esperanza, lo que resaltó fue la manera en que el amor era el punto central en sus conversaciones: los anhelos por, las alegrías hacia, las tristezas por la pérdida de, los planes para recuperarlo. Con frecuencia estas pláticas eran detonadas por la lectura del horóscopo en el periódico que yo llevaba, el cual estudiaban para discernir lo que les deparaba el futuro cercano en su vida amorosa. De otro modo no creo que yo me hubiese atrevido a hacerles tantas preguntas en torno al amor; no obstante, si este tema se convirtió en un tópico nodal en mi estudio fue gracias a que las mujeres decidieron hacer uso de la privacidad poco común que la o?cina les garantizaba, y a que ello iba aparejado con mi creencia metodológica básica de ?uir con lo que surgiese.

La información que sobrevivía en los archivos también abarcaba la contabilidad de la cooperativa a través de los años; sin embargo, yo no hubiera podido sacar ni pies ni cabeza de éstos. Por otro lado, uno de los fundadores de la cooperativa (el antiguo contador y administrador, Israel Vásquez) utilizó dicho material informativo para confeccionar un informe económico de los años 1983-1996 (Vásquez 1997). Este informe puso en evidencia en particular que las mujeres dirigieron la cooperativa sin apoyo ?nanciero durante un año y medio (1995-1996) y que, mucho antes, ellas habían experimentado tiempos de mayores di?cultades económicas (1988-1990), sin por ello abandonar la cooperativa. A pesar de todo esto, en 1996 decidieron dejar de operar su empresa de exportación independiente. Lo que de otra manera hubiese yo desechado como obvio se convirtió en una intrigante...

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