Conclusiones

AutorTurid Hagene
Páginas447-464

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Resumiendo

Comencé este estudio con la aspiración de exponer la forma en que las mujeres llegaron a formar la cooperativa de La Esperanza, así como el signi?cado de esa experiencia para sus vidas. Me propuse evaluar cuestiones relativas al signi?cado, tanto desde la perspectiva de las mujeres como desde la mía, y con el tiempo también llegué a preguntarme por qué dejaron de operar la cooperativa. En los capítulos dos al seis he discutido cómo fue que surgió la cooperativa en un comple jo contexto de interacción entre las mujeres, las agencias de ayuda extranjeras, las autoridades locales, una organización femenina, el Centro de Capacitación para la Cooperación (CECOOP), y los Ministerios del Trabajo e Industria. Resultó que los representantes locales del FSLN quisieron evitar que el taller se registrara como cooperativa, y que la política sandinista hacia las cooperativas de la pequeña industria no impulsaba la promoción de unidades económicas autónomas y participativas. Había, no obstante, una práctica que requería que la pequeña industria se organizara de forma cooperativa, ya que de otro modo no tendrían acceso a materias primas en los años de escasez, entre 1982 y 1988. Lo que llegué a considerar como una red de patronazgo sandinista, tejida en torno a las cooperativas, fue suspendida por las políticas neoliberales del propio sandinismo en 1988, cuando colapsaron la mayoría de las cooperativas. La Esperanza sobrevivió gracias a la ayuda del patron-zago noruego, se convirtió en una empresa exportadora de ropa para el mercado alternativo, principalmente en Europa, condición que mantuvieron por año y medio sin ningún apoyo económico, cesando las operaciones en 1996.

La cuestión del patronazgo, insinuada en los capítulos referentes a la historia de la cooperativa, fue explorada con más detalle en el contexto más amplio de las prácticas religiosas de las mujeres, las cuales resultaron ser tan diversas como sus arreglos de

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vida, los cuales fueron desentrañados a través de sus relatos de vida. Descubrí que las mujeres presentaban una variedad de mezclas entre deseos de protección patronal y de espacio para ejercer su agencia. En la mayoría de los casos, ellas no se concebían a sí mismas ejerciendo el control de los bienes. Esta interpretación ha resultado un aspecto principal en mis hallazgos acerca del desmantelamiento de su empresa de exportación. No encontré que la resistencia por parte de los maridos de las mujeres fuera un obstáculo serio para la continuidad de la cooperativa, y aunque hubiera sido insostenible continuar exportando, considero que ellas dejaron de llevar a cabo las actividades necesarias para continuar operando antes de tener la oportunidad de descubrir que dicha operación resultaba insostenible. Como grupo, al parecer ellas preferían la seguridad emocional que proporcionaba un patrón. También me parece que su objetivo era garantizar su sobrevivencia y la de sus hijos, antes que la de la cooperativa. Su experiencia en la cooperativa no parece haber implicado mayores cambios en sus vidas como mujeres, ya que estaban acostumbradas a trabajar para autosostenerse. Sus prácticas cotidianas se caracterizaban por lo que ha sido llamado patriarcado afro-caribeño, en el cual los varones proveen una parte relativamente pequeña del sostén y ejercen relativamente poco control sobre las mujeres y los niños, aun cuando un hombre puede contar con los servicios de varias mujeres. He llamado polimonogámica a este tipo de familia; hay poliginia por parte del hombre, combinada con monogamia serial por parte de la mujer. Las mujeres eran relativamente independientes en lo referente a sus prácticas religiosas y económicas, arreglándoselas por lo general sin el sacerdote. También se las arreglaron en la cooperativa sin un patrón durante cierto tiempo, y en términos materiales eran relativamente independientes de sus maridos. Sin embargo, emocionalmente, ellas experimentaban la dependencia, y buscaban amor, con?anza y protección de sus patrones y “patriarcas”. Por lo tanto, sugiero que podemos considerar a las mujeres como agentes que negociaban con sus patrones y patriarcas en medio de una tensión entre independencia material y dependencia emocional unilateral.

A continuación, quiero destacar algunos de los hallazgos de este estudio, y avanzar un paso más en algunos casos, conjuntando ideas de varios capítulos. Estas re?exiones pueden asimismo incidir en cuestiones teóricas y metodológicas.

Las cosas como son

En sus comentarios, las mujeres de La Esperanza me señalaron lo importante que fue la constancia y las relaciones duraderas en la construcción de la con?anza entre nosotras. Quisiera, igualmente, llamar la atención hacia otro efecto colateral de las

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visitas repetidas, a saber, el de comenzar a entender el funcionamiento de “las cosas tal como son”. Desde 1992, en que llevé a cabo por vez primera una investigación en La Esperanza para mi tesis de maestría, hasta la última vez que me entrevisté con las mujeres en el año 2000, las he visitado en siete diferentes ocasiones. A lo largo de estos años la situación de sus vidas cambió; todavía estaban operando como cooperativa en 1992, pero gradualmente se enrolaron en contratos individuales, primero en su propio taller y edi?cio, y ?nalmente en otros talleres. El contexto político ha cambiado, así como diversos aspectos de su arreglo de vida: los hijos crecieron o tuvieron sus propios hijos; los maridos vinieron, se fueron o murieron; las casas se construyeron, fueron rentadas o vendidas; y los padres murieron. En el capítulo trece señalé cómo las mujeres tendían a interpretar su situación como sostén económico de sus familias como un arreglo “natural”. Si llegase a discutirse la posibilidad de un cambio, ellas señalarían la situación presente como la más favorable. Por supuesto que hay variantes al respecto, desde Noelia que se ha acercado a la Virgen y a Jesús para que su marido se “componga”; hasta Azucena, quien a?rma tajantemente: “si me toca trabajar, pues trabajo, ¡y se acabó!”, “si el marido se va, pues se va, ¡y se acabó!”

Cuando hablaban de sus experiencias personales, al parecer era común recurrir al discurso, explícito o implícito de que sus vidas eran ya algo dado, no negociable, natural; como una representación de los “puros hechos de la vida”. Reconocemos esta perspectiva como característica del mundo de la vida, del conocimiento por el que nos orientamos cotidianamente. Sin embargo, lo que emergió en las reiteradas visitas fueron las maneras en que cualquier situación “actual” podía adquirir estatus de naturalidad. Un discurso “naturalizante” puede muy bien pasar por alto una experiencia de cambio. Claramente, hubo casos en que las mujeres mismas negociaron cambios en el seno del estado “natural” de cosas; de dichos cambios se hablaba, no obstante, después de haber resultado exitosos. Por lo tanto, un discurso naturalizante no necesariamente indicaba la ausencia de cambio, ya fuera visto desde dentro o desde fuera.

Este punto me motiva también a relativizar algunos de mis hallazgos. Las mujeres ya no manejaban la cooperativa, y por lo tanto, construían su saber y sus recuerdos en el contexto de ese hecho. Sin embargo, las perspectivas así construidas se veían reforzadas por la tendencia a elaborar un discurso naturalizante de “las cosas tal como son”. Si ellas hubieran continuado manejando la cooperativa, su punto de partida para la comparación con, digamos, el trabajo bajo contrato, habría sido diferente. En este caso, es probable que las mujeres presentaran una visión más favorable del cooperativismo, pero, por otra parte, los con?ictos que vivieron mientras trabajaban bajo dicha ?gura habrían sido destacados, induciéndolas a inclinarse en la dirección opuesta.

El discurso —o el silencio— de las mujeres en torno a cuestiones como el sostén económico, la castidad, y el matrimonio, también estaba in?uido por su situación

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actual, dando así lugar a verdades situadas y circunstanciales sobre tales asuntos. Si una mujer pasaba de una situación en la que no recibía pensión alimenticia para su hijo(a) a una en la que sí la tenía, su discurso en torno a los riesgos de aceptar ese dinero sería diferente, como en el caso de Esmeralda. Una mujer que había tenido un aborto, por ejemplo, aunque a?rmaba que constituía un pecado, con?aba en que Dios la perdonaría, pues había sido necesario; así es que no se arrepentía, ni se autorrecriminaba. Noelia nunca se quejó de que su marido no mantuviera a la familia, pero cuando él comenzó a hacerlo, para ella fue completamente normal, e incluso preferible. El punto aquí es que lo que para las mujeres era el estado de cosas normal, natural y preferible, podría muy bien ser contingente según la situación del momento. Lo que aparecía como conformismo, podría estar ocultando una lucha subrepticia en pos del cambio, algo que podría no haberse expresado antes de que realmente sucediera. Muchas de las mujeres contaron cómo se las habían arreglado para que el Santísimo, Dios o la Virgen cambiaran a sus maridos; sin embargo, nunca supe de alguna que estuviera intentándolo. Así “las cosas como son” parecen reunir negociabilidad, agencia, conformidad y optimismo, pese a que las apariencias apuntarían más bien al fatalismo o la apatía. La resistencia abierta tendía a ser relegada, hasta el momento justo en el que podía ser exitosa, dejando entonces de ser resistencia.

La importancia de la perspectiva

En los tres primeros capítulos referentes a la historia de la cooperativa, señalé el...

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