Esmeralda

AutorTurid Hagene
Páginas295-324

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Esmeralda vivió con sus dos hijos en la casa de su mamá ubicada en un pueblo vecino a 10 km de San Juan. Nació en 1959, y a comienzos de la década de 1980 se graduó como costurera en Costa Rica. Ella había ingresado a la cooperativa en 1985 como parte del grupo admitido a través de la organización de mujeres AMNLAE. De acuerdo con Esmeralda, ellas colocaron en empleos a mujeres que habían hecho trabajo político o que eran madres solteras, ubicándose ella misma en ambas categorías. Después de que la coordinadora fuera expulsada por robo en 1987, Esmeralda fue electa coordinadora, una posición que mantuvo hasta la desaparición de la cooperativa, aunque fue interrumpido por el periodo en que Noelia fue coordinadora (1991-1995). Esmeralda me había dicho que su nombre fue un pseudónimo que ella se había dado, por razones de seguridad, en los años de la Insurrección. Sin embargo, éste era el nombre con el que todas en la cooperativa solían llamarla, aún hasta la década de 1990, posiblemente como un recordatorio de su trayectoria revolucionaria.

En muchos aspectos, la historia de vida de Esmeralda es una historia acerca de la reconciliación de discrepancias: en la Revolución, en su vida amorosa y en su carrera profesional. Ella nos cuenta sus motivaciones para participar en la Insurrección y qué se ganó con ésta, haciendo una referencia particular a las experiencias de su infancia, algo que ella espera que sus hijos nunca tengan que soportar. También describe las formas en las que la veneración al Santísimo ayuda a resolver los problemas, así como los peligros de pedir el apoyo de un hombre. A lo largo de su descripción sobre los logros revolucionarios, la actividad religiosa y las relaciones de género, emergen imágenes análogas, y algunas veces ambiguas, con respecto al patronazgo.

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Cuando yo le pregunté1qué elementos serían los más importantes a incluir en su relato de vida, ella demandó: “Como cuáles, ¡un ejemplo!” Aunque esta pregunta indica un temor a cometer errores, ella lo pidió de una manera asertiva, desplegando así, desde un inicio, una tensión entre inseguridad y autoa?rmación, que permanecería durante todo su relato. Tras escuchar una serie de posibilidades, optó por la del amor como la cosa más importante en su vida.

Amor

E: Cuando yo digo amor, me re?ero, por ejemplo, a cuando me uní a la Revolución; yo estaba en el quinto grado de la escuela primaria cuando comenzó mi amor por el pueblo, porque también yo participaría por las demás personas. Eso es para mí una manera de amar al pueblo, ya... Mira, y luego me organicé en una cooperativa para apoyar a otros, ya, y sentir como si yo estaba cumpliendo con lo que pensaba que era mi deber.

Ya desde el comienzo de su relato de vida, Esmeralda se enfocó en el deber y el servicio hacia los demás. Esto pudiera ser visto como expresión de un modelo de feminidad conocido como marianismo,2pero resulta que un modelo de sacri?cio muy similar impregnó al discurso sandinista acerca del “Hombre Nuevo”: el prototipo revolucionario (Lancaster 1988: 132-139). Más adelante en su relato, veremos que Esmeralda no se describe a sí misma como una mujer sufrida; más bien parece ser una revolucionaria modelo. Esmeralda había participado en un grupo que funcionaba como una especie de boletín humano: verbalmente, mantenían informados a sus condiscípulos acerca de los eventos políticos, como por ejemplo, el encarcelamiento y mutilación de Tomás Borge,3contra lo cual ellos organizaron huelgas estudiantiles. Posteriormente, ya en la escuela secundaria, Esmeralda estuvo trabajando en una miscelánea durante el día, y por las noches estudiaba. Por ese entonces, ellos fueron perseguidos, según re?rió.

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T: Entonces, cuando dices amor, ¿esto es a lo que te re?eres?

E: No, amor por ejemplo a mi marido, que también participó en las actividades. Esto fue hace mucho, yo tenía cerca de 16, 17, quizás 18 años de edad, y nosotros participábamos juntos. Su nombre es Alejandro Benítez.

Esmeralda me contó cómo ella había estado con él desde que lo conoció. Y comenzó con la historia de su relación con su primer hombre:

E: Él me vio, yo lo ví, nos hicimos amigos desde el tiempo en que yo llegué aquí, a San Juan, porque mi abuela se vino a vivir aquí; entonces, un domingo yo vine y lo ví sentado en la banqueta, y le pregunté que adónde se había mudado tal o cual señora. Entonces, él me dijo: “Aquí al frente”, ya, esas fueron las primeras palabras (risas).

T: ¿Así que te acordás?

E: Sí, entonces, al poco rato él me preguntó si yo iba a vivir aquí, y dije: “es posible”. Y él dijo que le gustaría que yo viniera a vivir aquí... Entonces, él prendió un cigarrillo y seguimos hablando, luego nos hicimos amigos y después nos volvimos novios.

T: ¿Y eso fue cuando tú tenías 16 años?

E: Ahá, yo tenía 16, y duramos unos seis o siete meses jalando, entonces nos metimos a vivir porque habíamos formado una pareja.

Como siempre, me estaba confundiendo con esta terminología porque meterse a vivir, convivir, vivir juntos no signi?ca que vivieron en la misma casa: signi?ca que tenían relaciones sexuales. Esto ocurrió 22 años antes de esta entrevista.

En la siguiente historia sobre su relación con Alejandro, Esmeralda describe un arreglo de vida y un patrón familiar no muy común en las sociedades occidentales modernas, pero muy conocido en la literatura de investigación acerca del área del Caribe, donde se le denomina “unión por visitas” (Safa 1986):

E: Ahá. Pero nosotros siempre nos vimos el uno al otro como novios, pues, porque nunca vivimos en el mismo lugar, porque en 19704yo me fui a Costa Rica por tres años, y al poco rato él se fue a Cuba por seis años, entonces, en todo ese tiempo no vivimos juntos. T: ¿Y ustedes nunca vivieron en el mismo lugar?

E: Nosotros siempre hemos vivido de esta manera, digamos, yo con mi madre y él con su madre o con su padre.

La pareja, como vemos, no vive junta aun cuando no están “separados”. Los padres de Alejandro tampoco viven juntos, ni los de Esmeralda, tal como se ve. Al respecto,

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me contó que ella y Alejandro jamás vivieron juntos, o mejor dicho, lo hicieron por periodos cortos porque ella no estaba dispuesta a soportar gritos e imposiciones. Así que, después de un tiempo, ella lo echaría fuera, aunque meses después, “siempre, siempre nos amamos. Regresamos juntos, y es como la primera vez (risas)”.

T: Y en cuanto a las peleas que tenían, ¿recuerdas sobre qué eran?

E: Por ejemplo, cuando él comenzó a trabajar en algún lado y tomaba el dinero y empezaba a beber y tirarse al vicio, ahí fue donde la discusión empezó. Él dijo que sus reales él los ganaba y no era asunto de nadie, y si usaba su dinero para beber, ése era su problema. Y yo dije que no me importaba su dinero, yo trabajaba y jamás había necesitado de ningún dinero de él para apoyarme a mí o a mis hijos. Pero lo que yo veo es su destrucción, y me avergüenza que mis amigos digan: “Ahí está tu esposo tirado, se junta con unos borrachos y se tiró a la calle”, y quien sabe qué mas. Eso es lo que me molesta. Entonces, él dice que me preocupo demasiado de lo que dice la gente.

En esta secuencia, Esmeralda se re?ere a las negociaciones entre ellos en cuanto a los derechos y las obligaciones de género. Parece ser que, en tanto que hombre, Alejandro argumentó su absoluto derecho a hacer lo que quiere, sin que ello fuese una legítima preocupación por parte de ella. Él se enfocó en el aspecto económico, mientras que ella enfatizó la vergüenza social de la borrachera. ¿Cuál podría ser la norma social de la responsabilidad económica por parte de él? En esta secuencia aparece un tema de negociación, pero Esmeralda no parece estar interesada en discutirlo. Ella dijo que el problema no era el dinero, sino el hecho de que él se estaba destruyendo a sí mismo y la vergüenza que ella sintió cuando la gente le comentó sobre su alcoholismo. En lo que ambos parecían estar de acuerdo, entonces, era en que Esmeralda no tenía que ver con los ingresos de él; era su decisión lo que él hiciera con su dinero. Sin embargo, que él creyera que la protesta de ella se refería a su manera de gastar el dinero, indica que él esperaba que el dinero fuese tema de crítica y, por lo tanto, de negociación. Aquí, Esmeralda rea?rmó haber dicho lo que también me contó repetidas veces: a saber, que no estaba interesada en el dinero de él. Ella implicó que, desde su punto de vista, un hombre no tenía la obligación de contribuir con la manutención de la casa, ni de ella, ni de él mismo cuando estaba junto con ella. Aparentemente, la manutención económica —que en muchos casos constituye un aspecto vital de la masculinidad— no es parte de lo que esta pareja entiende por masculinidad. Además, como veremos, Esmeralda consideraba que mantener a los niños era su responsabilidad.

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T: Y tus dos hijos, ¿ambos son de él, verdad?

E: Eh, ahí está otro detalle5(risas). Pero de esto nadie sabe. De mis compañeras, sólo una sabe porque, para las demás, los dos son del mismo esposo y él nunca ha dicho que no son suyos, pero la niña no es de él... Es de un muchacho de Costa Rica, un hombre preparado, pero sucedió por un desquite.

Esmeralda me contó cómo había regresado de Costa Rica, sólo para descubrir que Alejandro “tenía una mujer embarazada”. Y sobre ello se quejó con él, argumentando:

E: Yo estoy ahí y, supuestamente, él me quiere y aun así no quiere que yo le tenga un bebé. Entonces él dijo que lo que pasaba era que no quería lastimarme porque “al ponerte yo un hijo, yo no soy un hombre responsable, entonces, no quiero darte esta clase de problemas. Te amo, pero no quiero lastimarte”. Entonces yo entendí diferente lo que él dijo: que no quería tener hijos conmigo. Mira en ese momento yo tenía 22 años de edad, entonces regresé a Costa Rica. Ahí yo...

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